Padre eterno, Dios de gloria y poder,Tú que hablaste en otros tiempos por los profetas, y en estos días finales nos has hablado por el Hijo,te ruego que Tu Palabra viva y eficaz penetre hasta lo más profundo del alma de aquellos que has elegido desde antes de la fundación del mundo.

Abre sus ojos, Señor, para que vean la hermosura de Cristo, el que es superior a los ángeles, más grande que Moisés, nuestro Sumo Sacerdote eterno según el orden de Melquisedec.
Haz que comprendan el valor infinito de su sacrificio,
una ofrenda perfecta que no necesita repetirse, pues por una sola ofrenda hiciste perfectos para siempre a los que estás santificando.

Padre, quebranta los corazones endurecidos;
que no haya en ellos un corazón malo de incredulidad que los aparte del Dios vivo.
En Tu misericordia, impide que desprecien tan grande salvación.
Hazlos partícipes del reposo eterno al que nos llamas por medio de Cristo.

Te suplico, Señor, que atraigas irresistiblemente a los tuyos.
Graba en sus corazones Tus leyes,escribe Tu pacto nuevo en sus mentes,
y concédeles la fe que persevera hasta el fin.

Que ellos miren a Jesús, el autor y consumador de la fe, y que, al ver su gloria, renuncien al pecado que los asedia
y corran con paciencia la carrera puesta delante de ellos.

Oh Dios fiel, cumple en ellos Tu promesa:
“No destruiré mi obra en ellos, sino que obraré en sus corazones para que hagan mi voluntad”.
Que cada elegido que aún no ha venido, venga.
Que cada alma que aún no ha creído, crea.
Para la gloria de Tu nombre, por el poder de Tu Espíritu,y por los méritos de Cristo Jesús. Amén.