5 de febrero
"Sé que puedes hacer todas las cosas; ningún propósito tuyo puede ser frustrado." (Job 42:2)
No hay frustración para ninguno de los propósitos de Dios. El hombre puede tener sus males, pero Dios tiene Sus caminos. El hombre puede tener mucho que decir, pero la última palabra pertenece a Dios. Salomón nos recuerda que "No hay sabiduría, ni entendimiento, ni plan que pueda tener éxito contra el Señor" (Proverbios 21:30). Jeremías añade su testimonio, diciendo: "Porque los planes del Señor permanecen firmes" (Jeremías 51:29).
Los hermanos de José decidieron deshacerse de él vendiéndolo a un grupo de madianitas, pero todo lo que lograron fue cumplir la voluntad de Dios. Los madianitas proporcionaron transporte gratuito para José a Egipto, donde llegó a ser Primer Ministro y salvador de su pueblo.
Cuando el hombre nacido ciego recuperó la vista y creyó en el Salvador, los judíos lo expulsaron de la sinagoga. ¿Fue esto una victoria para ellos? No, Jesús lo habría sacado de todos modos porque Él es el buen pastor que llama a Sus ovejas por su nombre y las saca (Juan 10:3). Así, le ahorraron a Jesús el esfuerzo de sacarlo.
La maldad de la humanidad alcanzó su punto máximo cuando tomaron al Señor Jesús, lo clavaron en la cruz y lo mataron. Pero Pedro les recordó que Dios lo había salvado por Su plan determinado y presciencia (Hechos 2:23). Dios revirtió el mayor crimen del hombre al resucitar a Cristo para ser Señor y Salvador.
Donald Barnhouse contó una historia sobre un terrateniente rico que tenía árboles frondosos en sus campos, pero tenía un enemigo amargo que dijo: "Cortaré uno de sus árboles para causarle dolor". En la oscuridad de la noche, el enemigo se coló por la cerca, se acercó al árbol más hermoso y comenzó a trabajar con su sierra y hacha. Al primer rayo de luz del amanecer, vio a dos hombres viniendo por la colina a caballo y reconoció a uno como el terrateniente. Rápidamente, quitó las estacas, empujó el árbol y lo dejó caer, pero una de las ramas lo atrapó y lo inmovilizó en el suelo, causándole heridas graves que llevaron a su muerte. Antes de exhalar su último aliento, susurró: "He cortado tu hermoso árbol". El terrateniente lo miró con lástima y dijo: "Este es el ingeniero que traje conmigo porque planeamos construir una casa, y era necesario cortar un árbol para hacer espacio para la casa, y ese fue el árbol que trabajaste toda la noche para cortar."