Padre Celestial, te agradezco por el aliento en mis pulmones. La oportunidad de vivir un nuevo día para servirte y glorificarte. Gracias por morir MI muerte: ser golpeado, tener una corona de espinas clavada en tu cráneo, la humillación, el ridículo y la falta de respeto que soportaste, ¡y luego tuviste que caminar y llevar una pesada cruz hasta el lugar donde ibas a morir! Tener largos clavos sucios clavados en tus manos y pies. Colgaste en esa cruz durante seis horas con cada respiración más insoportable que la anterior. Jesús, gracias por tu muerte porque gracias a ella, puedo vivir. Gracias por la tumba y tu resurrección. Gracias porque por TUS llagas puedo ser sanado. ¡Tú eres Jehová Rapha, MI sanador! Sanas lo físico, pero también sanas lo emocional, lo mental y lo espiritual, ¡y te agradezco por ello!
Pero él fue traspasado por nuestras transgresiones, fue aplastado por nuestras iniquidades; el castigo que nos trajo la paz fue sobre él, y por sus heridas somos sanados.
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