Con gran gratitud, ¡doy gracias al Padre! Fue Él quien hizo posible que viviéramos hoy, fue Él quien nos da una buena vida, fue Él quien nos dio algo para comer, fue Él quien nos sacó de las aflicciones, fue Él quien sufrió, se sacrificó y murió por nuestros pecados. Es Él quien nos ama más y nos perdona por todos nuestros pecados cometidos.

Agradezco a Dios, porque Él está trabajando en mi vida para superar el pecado contra mi cuerpo y el pecado de la lujuria y las tentaciones. Aunque camine por el valle de la muerte, no temeré mal alguno, porque Él es mi Dios y me protege de todo el mal que intenta atacarme, Dios es quien me da fuerza para vivir y soportar todas las aflicciones y dificultades. Dios nos ama tanto a todos que murió por nosotros, para pagar la deuda de nuestros pecados y para que pudiéramos vivir una vida llena de Su presencia y Su Espíritu Santo. No nos dejes abandonarte, Padre, porque sin Ti, no somos nada y moriremos. Contigo, puedo hacer todo. En Tus manos, oh Padre, encomiendo mi vida, mis acciones, mis preocupaciones y ansiedades, mis pecados, todo. Te lo encomiendo a Ti, porque sabes bien qué hacer, lo sabes todo y proveerás todo para todos nosotros. Ten piedad de nosotros, oh Padre, borra todos nuestros pecados, purifícanos de toda nuestra maldad y perdona nuestros pecados, porque pecamos todos los días y hemos pecado desde el comienzo de nuestras vidas, cuando nuestras madres nos dieron a luz. No niego ningún tipo de castigo, porque Tus castigos contra nosotros no necesitan explicación, porque somos pecadores malvados desde el comienzo de la creación de la humanidad. SIN EMBARGO, AUN ASÍ, TÚ, OH DIOS, NOS AMAS A TODOS AUNQUE PEQUEMOS CONTRA TI. Me arrepiento de haber pecado contra ti, Padre. No me abandones en tal lugar, Padre, no quiero estar distante de Ti, sin Ti, muero. Dedico mi vida a Ti, mi Dios.

Por favor, hermanos, vivan una vida digna de Dios, porque una vida llena de la Palabra del Padre es como oro puro, no una vida sin pecados, sino una vida obediente a Dios y dedicada a Él. El yugo de Cristo Jesús es suave, Él no señala nuestros pecados, solo quiere el corazón, no quiere que estemos separados de Él. Quiere que todos seamos salvos. El Padre no rechaza por la cantidad de pecados cometidos por nosotros, nos acepta y solo quiere que nos arrepintamos de nuestra maldad y pecados, y vivamos una vida siguiendo Su Palabra.