Durante mucho tiempo luché con el chisme y el habla incorrecta, y créanme, quería detenerlo. Sin embargo, se volvió tan difícil controlar mis palabras que tomé medidas extremas para eliminarlo; como dijo Jesús en Mateo 5:29-5:30: [29] Si tu ojo derecho te hace tropezar, sácatelo y tíralo. Es mejor que pierdas una parte de tu cuerpo que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. [30] Y si tu mano derecha te hace tropezar, córtatela y tírala. Es mejor que pierdas una parte de tu cuerpo que todo tu cuerpo vaya al infierno. Así que aquí está el protocolo: Cada vez (y me refiero a cada vez) antes de hablar, hazte estas 7 preguntas. 1) ¿Debería decir esto? 2) ¿Es esto necesario? 3) ¿Es esto chisme o charla difamatoria? 4) ¿Estoy mintiendo? 5) ¿Dios estaría complacido o disgustado con lo que estoy diciendo? 6) ¿Qué efecto dominó tendrán estas palabras? 7) ¿Es ese efecto dominó positivo o negativo? Puede que tengas conversaciones aburridas. Otros pueden molestarse contigo por tardar demasiado en hablar. Esto puede significar que dejes de tener conversaciones interesantes con la gente. Pero, ¿y qué? Ser lento para hablar no es legalismo, ralentizar no es una tontería. Tomar medidas extremas para no pecar no es ser un fariseo. Es tomar medidas extremas para no pecar, como dijo Jesús. La palabra de Dios es la misma para siempre, la interpretación del mundo no lo es. Siempre recuerda eso. Si alguno de ustedes está luchando con el chisme o la charla difamatoria, use este protocolo antes de hablar cada vez. Dios los bendiga.