Padre Celestial, en este tiempo de lucha, vengo ante ti con un corazón pesado y una mente perturbada. Humildemente pido tu toque sanador para sanar las heridas dentro de mí, tanto las visibles como las invisibles. Renueva mi espíritu con tu esperanza y llena mis pensamientos con la promesa de tu misericordia. Concédeme la fuerza para dejar ir las ansiedades y los miedos, y reemplázalos con la confianza de que siempre estás conmigo. Anhelo sentirme como yo mismo de nuevo, abrazar el futuro con alegría y entusiasmo, sabiendo que estás guiando mis pasos hacia un mañana más brillante. En el nombre de Jesús, Amén.
El Señor está cerca de los quebrantados de corazón y salva a los abatidos de espíritu.
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