Chicos, por favor, recemos por Charlie, el predicador. Todos sabemos lo que le sucedió y lo devastador que fue. Recemos por él en el cielo, por sus hijos y esposa, y por América. Nosotros, los cristianos, todavía necesitamos la libertad de expresión, como predicar, tal como lo hacía Charlie.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
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