25 Sé agradecido (Colosenses 3:15). Un corazón agradecido añade brillo a todo en la vida. A menudo no expresamos nuestra gratitud. El Señor Jesús sanó a diez leprosos, pero solo uno regresó para dar gracias, y era un samaritano (Lucas 17:17). Aprendemos dos lecciones de este incidente: la gratitud es rara en el mundo humano caído, y cuando aparece, siempre proviene de una fuente inesperada. Es fácil para nosotros sentirnos tristes cuando mostramos amabilidad a los demás y ni siquiera tienen la cortesía de decir gracias. De manera similar, debemos reconocer cómo se sienten los demás cuando no expresamos nuestra gratitud por los favores que recibimos de ellos. Un rápido examen de la Biblia revela consejos y ejemplos para dar gracias a Dios, y tenemos muchas cosas por las que estar agradecidos con Dios, que no podemos contar, ya que nuestras vidas deberían ser un salmo de alabanza al Señor. Por miles y decenas de miles de regalos preciosos, empleo mi gratitud diaria, con no menos que un corazón que se regocija en el sabor de estos regalos. Debemos cultivar en nosotros mismos el hábito de aprender a expresar gratitud entre nosotros también, como un cálido apretón de manos, una llamada telefónica o un mensaje. ¿Qué aliento trae todo esto? Debemos ser rápidos para expresar nuestra gratitud por los regalos y la hospitalidad, por pedir prestadas algunas herramientas y equipos, o por la ayuda con un proyecto en el que estamos trabajando, y por cada forma de amabilidad y servicio que se nos muestra. El problema es que a menudo damos por sentados estos favores, o no nos disciplinamos para sentarnos y escribir una nota de agradecimiento. En este caso, debemos trabajar en desarrollar el hábito de la gratitud y la conciencia de todo lo que tenemos y por lo que deberíamos estar agradecidos, luego entrenarnos para expresar gratitud por estas cosas de inmediato. La prontitud en la expresión duplica la gratitud.